jueves, mayo 20

Kú Kú

Cuando todas las cosas marcan revés tras revés me siento imposibilitada de todo. Siento que no puedo escribir, siento que es miserable y simplemente no vale la pena. Seguramente ha de ser esa misma carencia de sentido la que me genera ese sádico gusto de dejar morir tantas cosas por la palabra. Sin embargo ese es solo uno de los miles pensamientos que desearía tener. Odio estar distante. Odio que se me ocurra algo genial y no tener lápiz en el momento indicado. Odio tantas cosas y me odio a mí misma. Sentada inútilmente tras la pantalla o el cuaderno, creando pequeñas muertes, que siendo tan pequeñas resultan ser insignificantes, ¡a nadie le gustan las muertes insignificantes! Murió de amor... Murió feliz porque el cuerpo no le daba más... Murió sintiendo que nada le faltaba en la vida... Murió de modo inesperado pensando cosas dichosas... Murió mientras feliz pisaba las hojas de otoño dejándose caer por las calles... A mí me gustan, pero son insignificantes. No interesan, no son noticia, no lo serán, sólo caben para desaparecer miserablemente de mí, desprendiéndose... Llega un punto en que pierdo el sentido, o recobro la compostura, entonces me canso de ser maldadosa y quiero frenar las palabras y no sé qué hacer... Acabar de un modo cruel o esmerarme en poder sublimarlo. O simplemente comienzo a excusarme por mi falta de inspiración y acabo con ese pequeño espectáculo macabro de esta simple y no-agraciada manera.

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