Debo encontrar ese globo rojo, y debo regalarlo.
Un globo rojo que vuele, pero que no se escape.
Te lo debo, por aquella noche de vals de octubre, caminando por Santiago.
¿Te imaginas? Salir despedidos por los cielos, como Pedro el leve. Quizás hasta qué punto nos dejen llegar las nubes. Simplemente porque somos un par de peces grandes en una tierra muy pequeña para nuestros pies, que se mueven tan bien; bailando, caminando. Pisando la luz, que es como el agua. Y flotamos, en el agua que es el cielo.
recordé mis años de infanta y el pobre globo rojo que estallo .
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