viernes, septiembre 23

Carrusel otra vez.

La soledad te ataca de muchas maneras, a veces drásticamente estás en la puerta de tu casa con dos maletas y un bolso sin tener claro si ir hacia la derecha o hacia la izquierda. Cuando realmente notas que en el fondo encontrarás un montón de puertas bloqueadas.

Estar solo cuando te aferras tanto a algo que simplemente te suelta la mano en el momento menos esperado y quedas flotando a la deriva sin llegar a ningún lado.

El problema con nuestras soledades es que estás en ese momento en que tu corazón ni late acelerado, ni se encuentra reprimido, tiene ese latir vacío. No respiras ni te ahogas, simplemente no sabes si seguir llorando porque esta el temor de que no haya nada después.

Cuando me llega el vacío tengo miedo de estar en las calles con un montón de puertas cerradas, tengo miedo de flotar a la deriva, tengo miedo de respirar o llorar, porque me parecen situaciones que no tienen fin. Estoy sola. No camino porque no puedo decidir a donde llegar. La soledad es una neblina densa en tu cerebro, y simplemente no hay solución. Flotarás hasta morir de frío, correrás hasta no sentir las piernas, nunca dejarás de llorar, tu corazón indeciso solo podrá explotar.

Cuando te ataca, quieres que tu cabeza pare de dar vueltas, pero tu cabeza ya no está a cargo, extiendes tus brazos, atas la soga y te lanzas. ¿Y qué viene después? El carrusel endemoniado en el que das vuelta y te asfixias y no te mata. Entonces nunca sabrás qué habría venido después, no puedo decirte si esa es tu cura, no la viví, o no la morí para ti.

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